Etiqueta: Tiempito para escribir
¿Dónde están guardadas esas palabras que nos
hicieron mal? Seguramente en lo más profundo del alma, escondidas para que no
las recordemos. Pero igual están presentes, todos los días, desde el mismísimo
segundo en que abrimos los ojos cada mañana.
¿Quiénes las dijeron? ¿Podrán haber sido seres
cercanos, seres entrañablemente queridos? Sí.
Tal vez por un excesivo amor, sobreprotector. Tal vez sin saber el permanente
daño que podrían causarnos. Tal vez a sabiendas ¿por qué no? Todos somos
humanos y recorremos nuestro camino de aprendizaje sin rumbo certero,
equivocándonos a cada paso.
¿Cuándo se transformaron en órdenes? Mandatos a seguir al pie de la letra, de la
letra gritada o cantada en los sones infantiles. Tal vez no al principio, cuando las órdenes
estaban dadas para no cumplirlas. Cuando la rebeldía de la juventud todo lo podía.
Pero, ¿y después, cuando la sombra de la adultez
comienza a socavarnos el espíritu? Aparecen desde los rincones donde se habían
agazapado, para mostrarse con fuerza imperceptible, horadora, constante. Y ahí
estamos, como adultos, cumpliendo los pedidos tan escuchados.
Alguna vez ¿lo vimos con claridad? ¿Pudimos en
nuestra niñez o juventud analizar el modelo y alejarnos de él? ¿Lo pensamos,
por lo menos? ¿Nos prometimos no repetirlo? ¿Dónde quedó todo ese enojo, esa
fuerza omnipotente que arrasa con la vida, esa soberbia joven e imparable que
todo lo puede? Debemos recuperarla.
Somos nosotros solos, en un camino individual de
aprendizaje, de experiencias, único e irrepetible. Pero a la vez,
paradójicamente, estamos acompañados. De todos ellos, de los que nos dijeron
aquellas palabras, desde el amor, la ignorancia o el rencor, no importa. Ellos
nos aman como pueden. Como aprendieron en su propio recorrido. Como pudieron.
Todos somos dignos de compasión, si miran desde
afuera la senda que transitamos.
Un sabio pronunció esta frase alguna vez: “No
importa lo que los otros nos hacen, lo que importa es lo que hacemos nosotros
con lo que los otros nos hacen”.
Entonces digo: ¿qué haremos con nuestros mandatos?
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