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martes, 21 de diciembre de 2021

Patear El Tablero

1-¿Qué significa? 
Romper con todo lo conocido. Barajar y dar de nuevo. Volver a empezar. 
Comprender que lo establecido ya es obsoleto. (¿Lo es hace más de cincuenta años?).

Hablo del sistema educativo. 
Haciendo memoria de la Historia de la Educación en Argentina, se podría pensar que hasta la mitad del sXX, las escuelas primarias - pero sobretodo las secundarias-, dejaban un conocimiento cuasi universal en los estudiantes. Era la famosa "cultura general" de la que casi todos se enorgullecían. Nunca todos, claro. Sobretodo los expulsados del sistema, esas personas que por diversos motivos no podían continuar y que a nadie importaba (a no ser a su familia y a ellos mismos, quienes quedaban marcados de por vida con el sello de BURROS). Retomaré este punto otro día.

Volviendo a esa idea de saberlo todo (muy de los argentos crecidos en esos tiempos), esa escuela había sido creada a finales del siglo XIX con el objetivo de preparar a los varones futuros gobernantes del país. Pero como todo, las cosas cambian, avanzan, y las mujeres fueron logrando el derecho a una educación secundaria -primero en las escuelas Normales -con título de Maestras- y luego en los Liceos de Señoritas o las Escuelas de Comercio.
En este punto, debemos comprender que todos esos contenidos enciclopedistas ya estaban tornándose caducos si el nuevo objetivo era formar peritos mercantiles y secretarias. Y ni hablar de las incipientes escuelas técnicas, donde se pretendía que el alumno sea un erudito y un técnico a la vez, con doble turno y un año más de estudios, sin comprender que los estudiantes que elegían esas escuelas tenían vocaciones muy puntuales.

El Sistema -y con este término me refiero a todas esas personas que organizan  y estructuran las materias, los contenidos y los años de estudio de toda la población- nunca pudo respetar al alumno, como individuo con vocación, con intereses propios, con sueños a cumplir. Siempre lo miró desde el pedestal del que tiene el mando, el conocimiento y la experiencia. 

Ese es el primer punto a corregir: Los niños no son una "tábula rasa" como decía la Pedagogía de hace doscientos años. Y los padres de hoy, lo tienen muy claro.  Los niños desde pequeños saben lo que quieren, lo que les gusta y les disgusta. 

Hoy, sXXI, ya tenemos en una importante cantidad de población, tres generaciones -o más- de gente escolarizada. Y todos recuerdan esas experiencias vividas. Por eso estamos llegando a la conclusión generalizada que el sistema educativo debe cambiar de estructura, de contenidos y de formas de trato (o destrato). 

Los niños buscan los contenidos en las redes, igual que los padres y algunos docentes. El enciclopedismo no sirve más. No se trata de dar conceptos que se modifican en un año por las condiciones climáticas, sociales o económicas. Se trata de enseñar en valores. Valores consensuados por la sociedad y con los que podamos aprender a ser mejores personas. 

¿Quiero decir con esto que no se enseñe más contenidos de ningún tipo? No. Obviamente que la primaria debe formar un niño en lectoescritura, cálculo y comprensión lectora. Y con eso, generar una persona respetuosa del ambiente natural y social donde vive. 
Poco, pero bueno, verdadero y profundo. 

El punto ahora es ¿cómo?
  

 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Escuela grande. Escuela chica.

 En mis más de treinta y cinco años de servicio tuve la oportunidad de pasar por escuelas antiguas, clásicas, grandes -más de mil alumnes- y también por escuelas nuevas, pequeñas. recién creadas -tanto públicas como privadas-. La experiencia me mostró dos lineas claramente diferenciadas.

En la gran escuela, los directivos conocen poco a los docentes y a los alumnos -con la excepción de un equipo directivo espectacular del que aprendí muchísimo en el Colegio Nacional de Quilmes. Único caso-. Los alumnos no se sienten escuchados, sus quejas caen en sacos rotos, los preceptores pueden contenerlos dentro de un pequeño espacio áulico, pero no se pueden prevenir problemas. Sólo se intenta solucionarlos cuando aparecen. Los profesores, que generalmente no concentran horas en dichas escuelas, no se sienten comprometidos con la institución. Pocas veces -y cada vez menos- sus clases son supervisadas, al punto tal que si un Jefe De Departamento cumple con su tarea (Por lo menos en las escuelas del viejo y excelente Proyecto XIII), los docentes se sienten perseguidos. Nadie revisa si se está cumpliendo la currícula, ya no en tiempo y forma, sino simplemente si se enseñan los temas correspondientes al año escolar. Las aulas tienen muchos alumnes y muchos de ellos con un poco de atención podrían solucionar inconvenientes de variados tipos, pero nadie se entera de sus problemas. A veces algunos preceptores comprometidos con la tarea docente, conversan y aconsejan a los chicos, e intentan un acercamiento con los docentes que así lo permiten. Pero esto queda supeditado a la buena voluntad de las partes. Aquí la mayoría son desconocidos: Los docentes porque son muchos y solo van por unos pocos cursos y los alumnos porque están en su etapa adolescente donde forman pequeños grupos de interacción que no quieren modificar. Cada uno en su cubículo hace su trabajo y no interactúa con los colegas, por lo que no es posible trabajar en equipo, hacer proyectos en lugar de planificaciones, movilizar la dinámica áulica clásica. Los contenidos no se entrelazan, y siguen siendo conceptos aislados poco significativos.

En cambio, la escuela pequeña -dos o hasta tres cursos por año estaría bien- permite un conocimiento de todos con todos. Menos preceptores que pueden trabajar en equipo. Directivos que pueden participar de proyectos, interactuar con sus profesores, planificar en grupo, generar proyectos a mediano y largo plazo con la participación de varios profesores de distintas áreas. Algo que puede ser viable si éstos tienen más concentración de horas en la misma escuela. De este modo la enseñanza es más divertida, más comprometida, más significativa.

Cuando la escuela pequeña es privada suele tener su propio edificio y en contraturno se generan talleres -optativos o no- que justifican la cuota a pagar. Pero, si la escuela es pública, dejar el edificio vacío en un turno se siente como desaprovechar la oportunidad de incluir más alumnos bajo el mismo costo edilicio. Y aquí comienzan otros problemas, grandes problemas. Compartir edificio es bien sabido que es una pésima decisión. La suciedad, las roturas, los vandalismos dentro del aula, los robos de objetos escolares, nada tiene un culpable. Nadie quiere entrar en esas discusiones. Ambos directivos se acusan mutuamente -inclusive cuando todo pertenece a la misma unidad académica-. 

Así que, tener escuelas ideales, con pocos alumnes y profesores, sería maravilloso si se ocupara el contraturno con talleres bien diversos, como los que puede plantear un municipio en sus talleres barriales, pero con sus propios estudiantes. 

Claro que para eso hay que tener un presupuesto educativo interesante, que costee los servicios de más trabajadores e insumos. Y más escuelas pequeñas dispersadas por cada municipio.

Por supuesto, que ninguna idea -reforma o como se la quiera llamar- se puede concretar sin la formación de los docentes. Formación que no puede ser optativa porque ya vimos que la mayoría de los docentes no van a los cursos gratuitos que ofrece el Ministerio, por considerarlos de pésima calidad -opinión que a veces puede ser acertada, pero no siempre-. 

Para trabajar en equipo debe haber una enseñanza previa, porque lo propio de la docencia es la individualidad areal y áulica, algo que costará mucho modificar.

PD: Planteo lo dicho desde el nivel secundario porque es donde tengo mi mayor experiencia, pero considero que vale también para el nivel primario. Y, por hecho, debería mostrarse el modelo a seguir en las instituciones de formación docente, que son las que están formando profesionales con poca base conceptual y ninguna empatía por el trabajo en grupo.

domingo, 3 de octubre de 2021

 ANECDOTARIO

1-QUÍMICA PARA EL CIUDADANO

Cuando yo cursaba el primer año del profesorado en Química, estudiaba con unas compañeras para el examen final de Química Inorgánica en la casa de una de ellas. 

Ahí estábamos, repitiendo los nombres "de fantasía" de los ácidos; nombres con que los comerciantes los vendían. 

Y en ese repetir decíamos: -El ácido clorhídrico se llama muriático. El ácido sulfúrico se llama... 

En eso escuchamos la voz del papá de mi compañera que dijo "aceite de vitriolo". Y además agregó: -el muriático se usa para limpiar el sarro en lavatorios, bañeras y todo material cerámico. El aceite de vitriolo es el ácido que se usa para limpiar metales y es el ácido de las baterías de los automóviles.

Nos sorprendimos de su sapiencia ya que para nosotras esos términos eran totalmente nuevos. Su hija, asombrada, le preguntó de dónde sabía esas cosas y el le respondió que lo había aprendido en la escuela.

Ese fue el día donde comencé a pensar que la Química no podía ser un contenido de pizarrón y nada más. Ahí comprendí la importancia de la Merceología -el estudio de las mercaderías- porque esa materia vincula la teoría con la vida cotidiana. Sus conceptos se relacionan con lo que usamos, comemos, vestimos. Todos los temas que atraviesa están relacionados con los productos que consumimos.

Muchas fueron las veces que fui a una ferretería a comprar "Ácido Muriático" -si pedía ácido clorhídrico pocos me entendían- y recordaba esta anécdota. 

Una "química para el ciudadano" decía Faustino Beltrán. Ciudadano con conocimiento, ciudadano comprometido, ciudadano pensante.

¿Por qué se dejaron de enseñar las cosas útiles? ¿Por qué  -ya en la década del 70- se enseñaban contenidos abstractos, poco significativos? ¿Quién habrá tomado esas decisiones? ¿Por qué la educación hasta la década del 60 formó gente con buenos conocimientos, claros y útiles, y luego esos contenidos desaparecieron de la currícula escolar?

Claramente en los 70 los contenidos no conducían a nada, ni a pensar, ni a saber, ni a opinar, ni menos a participar.... 

Nada es casual, desde el golpe militar del 55 todos los contenidos, las normas y las leyes cambiaron. Y con cada modificación curricular se quitan y se ponen contenidos, pero la lógica de lo que debería saber el ciudadano se perdió. 

Y, aunque algunos gobiernos intentaron resolver la situación (Néstor Kirchner volvió a una secundaria de seis años, después del desastre del polimodal de los 90), los Institutos de Formación de Profesores nunca lograron ubicarse en las necesidades que, sobre contenidos, tiene el estudiantado superior. Sin docentes con ideas claras sobre lo que hay que enseñar, es imposible tener una educación que forme personas con valores sociales -como la empatía y la solidaridad-  y ciudadanos comprometidos con decisiones importantes -sobre el ambiente por ejemplo-.


2-PSICOPEDAGOGO: mi primer encuentro.

Esto ocurrió en una escuela secundaria pública, únicamente de varones. 
Al tipo se lo veía siempre como....¿cansado?¿harto?¿descreído de lo que alguna vez eligió como vocación? No sé.  Un día se me acercó para decirme que el 86% de mis alumnos se llevaban mi materia. Claro, en diciembre vino. 
Le respondí: yo DOY clases, yo explico, yo los llevo al laboratorio, yo les presento ejercicios semejantes a los de la evaluación, yo les propongo juegos didácticos. Y con todo eso, cuando llega la prueba avisada con diez o más días de anticipación, y siempre después del conveniente repaso, me entregan las hojas en blanco. Dígame Ud qué más puedo hacer.
-No sé, me dijo, algo motivador.
-¿Qué más hay motivador que no hago? 
-No sé, respondió.

Su trabajo consistía en sacar cuentas. Porcentajes. Nunca un aporte. Y yo me preguntaba, y me pregunto todavía ¿qué podía aportar a las clases de química (o de las otras asignaturas) si no era un especialista en ninguna? Como todos los docentes fuimos cayendo en la misma pregunta, él se vio obligado a tirar ideas. Tal vez para materias más teóricas algunas de sus ideas eran plausibles. Debates, por ejemplo. Pero, cómo se debate una fórmula, una unión química, una ley gravimétrica? 

Diez años después yo tenía esas respuestas. No se debaten esos principios elementales, básicos de la asignatura, se debaten sus aportes, sus usos en la sociedad, sus consecuencias tecnológicas. El punto es que nos quedamos en el formuleo y nada más. Nunca un contenido significativo de lo dado. Tuvieron que llegar los terribles ´90 para que yo aprenda el concepto de contenidos significativos

"OSO CHIQUITO-PICO DE PATO" es lo que el común de la gente me respondía cuando yo les preguntaba qué recordaban de la química del secundario. ¿Ese era nuestro aporte al conocimiento general del que tanto se jactaban algunos? ¿Qué ciudadano de aquella época podía hablar con fundamentos sobre contaminación del agua, del aire, del suelo o por el uso de la energía nuclear?. Y más: ¿agroquímicos, manipulación de alimentos, biotecnología y transgénicos?

Hoy, sXXI, esos contenidos están en la currícula. ¿Quién los trabaja con responsabilidad? ¿O se siguen enseñando las uniones químicas? Porque en la sociedad no se nota todavía que la gente cuide el ambiente, ni sepa alimentarse...


3-CALIGRAFÍA.

¡Qué lindo me resultó escribir con pluma en Caligrafía! Aprender el movimiento de cada letra para que salga rápido, parejita y legible, que es justamente de lo que trata el escribir a mano. Que nos lean y nos comprendan la letra. Cada letra tiene un movimiento per se, que  hace que se escriba rápido y prolija. Pero alguien que no la pasó tan bien, decidió que ese aprendizaje era obsoleto. Tal vez sí, para una escuela secundaria especializada en Comercio....Pero, ¿qué tal para el Magisterio? ¿Qué tal si recuperamos a aquellas maestras de bonita letra de la que los mayores nos acordamos cómo nos tomaban la mano y nos enseñaban ese movimiento? 

Desde que comencé a trabajar, me di cuenta que los alumnos tomaban la lapicera de cualquier modo lo que muchas veces entorpecía el poder escribir rápido. Yo era joven y no me parecía bien decírselos. Algo que modifiqué con la experiencia. 

Las letras son muy dispares y cuesta entenderlas y una se va acostumbrando. Pero tuve dos casos extremos, que cuando me contaron sus experiencias post-secundaria, reafirmaron en mí algo que ya hacía, pero con resquemor.

El  primer caso fue un alumno con terrible letra. No es que se le entendía un poquito, no. No se entendía nada. Por eso me animé a presionar y a pedirle que me pase en limpio lo escrito. Mejoraba un poco, si. Pero no mucho. Cuando estaba en el ultimo año de la carrera y me contó que pensaba ir a la Universidad, le dije que si no mejoraba la letra, no iba a entrar. Porque yo ya era ayudante de TP en Ingeniería de la UBA y veía cómo los docentes y los  JTP no se preocupaban por entender la letra de las evaluaciones. Directamente los desaprobaban. Y así fue. Ël vino al año siguiente a contarme que yo tenía razón. Que no le leyeron su prueba. 

El segundo caso me pasó unos años después. Yo ya estaba más afirmada en ciertas cuestiones que hacen a la formación de personas, más que al contenido específico. Pero esta alumna se enojaba mucho si yo le decía que lo escriba nuevamente. Así que la presioné poco. La llamaba para que me leyera lo que había escrito, nada más. Y también vino de visita (debo decir que la escuela técnica era pequeña y con los talleres a contraturno, l@s alumn@s y los docentes lográbamosn vínculos de amor y respeto y por eso,  muchísimos exalumn@s pasaban a saludar una vez recibidos).  Esta chica nos contó que la habían echado de una remisería donde trabajaba, porque los choferes no le entendían la letra ni los números y no llegaban a los domicilios para buscar a los pasajeros.

Pienso, qué difícil es tomar medidas a nivel ministerial. Decidir qué materias sí, que materias no. Cuáles son obsoletas y cuáles habría que incorporar. De hecho, en la web, que todo lo sabe, hay jóvenes que se filman enseñando cómo hacer letras bonitas . Lo llaman Lettering y lo definen como el arte de dibujar letras a mano de manera creativa

Si pensamos en los teclados, podríamos decir que ya no hace falta escribir a mano. Pero eso sería un extremo, y los extremos nunca son buenos. Los niños pequeños deben aprender a escribir con las normas básica de nuestra tipografía caligráfica. 

Hoy creo que los Magisterios y Profesorados deberían tener Caligrafía en primer año, sin plumas ni otras lapiceras propias del diseño gráfico, pero con la capacidad de hacerle comprender al estudiante, que la escritura existe, para unirnos.


4.EL INGENIERO

Corrían los años ´90. Se olía a reforma de contenidos. Clima de enojo, a nadie le gusta cambiar. Yo ya daba lo que me parecía significativo, útil para futuros ciudadanos. Y la Directora me dejaba hacer. 

Para una Feria de Ciencias organicé un debate: " La Energía Nuclear ¿sirve más de lo que contamina o contamina más de lo que aporta?"

 Era una puesta en escena de todo lo que habíamos leído.  El curso estaba dividido en dos grandes grupos: Greenpeace vs CNEA. Sin opción a elegir de qué lado querían estar. Y así preparamos una especie de Cámara de Diputados en una sesión extraordinaria. 

Había diputados a favor y en contra. ¡Qué lindo cómo se vistieron! 

También había ciudadanos manifestándose a favor de Greenpeace. Esos consiguieron un bombo -que nos complicó el sonido, pero fue muy divertido y creativo- y armaron pancartas. 

Los de CNEA se vistieron con guardapolvos blancos y también tenían un público que los aplaudía.

 Todos sabían lo que tenían que decir. Lo habían resumido, pasado en limpio, estudiado. Geenpeace hablaba de los desastres nucleares en el mundo y CNEA tenía datos para demostrar que en Argentina eso nunca pasó por el trabajo a conciencia de sus empleados. Greenpeace proponía invertir en investigación de alternativas energéticas: solar -que ya existía en países como Francia-, eólica -se estaba construyendo nuestro primer parque en Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut, (Desde 1994 con 500 kW).-

Todo salió muy lindo, sólo lamento que en el video no se escuchaban bien los fundamentos. Demasiado ruido externo. Cosas que pasan.

A los pocos días, entro a la sala de profesores con mi cafecito de media mañana, y escucho a un colega, ingeniero, profesor en la especialidad electrónica, decir: 

-No sé para qué le meten en la cabeza estas cosas a los chicos. La energía solar no tiene futuro.


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lunes, 14 de junio de 2021

Llegaron.

 

Nunca podría olvidarlo. Yo tendría apenas diez años. Era una hermosa mañana soleada, fría, como siempre, como todas. Algo que ni siquiera percibíamos, sería porque no teníamos posibilidad de comparar con otros lugares, con otros climas. Ahí habíamos nacido, ahí vivíamos  y éramos felices.

Como tantos otros días, estábamos caminando por las pequeñas lomadas, recogiendo los dulces frutos de las plantas. ¡Cómo costaba sacarlos de su mata pinchuda! Nos lastimábamos los dedos, pero eran tan ricos que valía la pena el sangrado. De paso jugábamos, nos divertíamos, corríamos, hablábamos. Los más pequeños nos seguían, con esfuerzo, y nosotros nos escondíamos. Mi hermanita menor era la más impaciente, enseguida lloraba y yo debía ir a buscarla, acabando así el juego, si no quería luego recibir el reto de mi padre...

Y en esas estábamos cuando los vimos. Al principio no nos dimos cuenta, había algo en el horizonte pero no comprendíamos la imagen. No eran olas, no solía haber olas a no ser en días de tormenta. Eran sombras, altas, grandes, separadas. Se distinguían dos. Se acercaban lentamente. Comenzamos a tener miedo. Nos quedamos paralizados mirando. ¿Qué era eso que veíamos?

Mi hermanita captó nuestro temor y comenzó a llorar a gritos. Me agaché para abrazarla, le acaricié su redonda cabellera lacia, tratando de calmarla, pero yo temblaba.

Abajo notamos que nuestros padres ya se habían enterado. Ahí estaban ellos también, en la playa, mirando, callados y sorprendidos. Nuestras madres se abrazaban, la mía lloraba, igual que la de mi mejor amigo. Los adultos tenían tanto miedo como nosotros. Era evidente que para ellos también era algo desconocido.

Bajamos presurosos, con los más pequeños en alzas para protegerlos y a la vez para sentirnos cerca, unidos, pegados cuerpo a cuerpo, para calmar la ansiedad.  Corrimos hacia la playa con la necesidad de ser mimados por nuestros seres queridos. Y así fue, todos nos abrazábamos mientras mirábamos agrandarse esas imágenes. Ya estaban cerca, se distinguían mejor. Se veían seres que nos miraban. El pánico recorría mis venas y mi corazón explotaba.

De repente, mi padre gritó: ¡a esconderse! Y todos corrimos hacia las casas. La mayoría entró en la mía, pero otros se fueron a la vecina.  Mi padre nos hizo orar. Temblábamos y orábamos, llorábamos y orábamos, mirábamos hacia fuera y orábamos.

Mi padre nos hizo saber que en sus rezos sintió que todo estaba bien. Que tengamos calma y fe. Que nada malo nos iba a ocurrir. Así que, despacio, fuimos saliendo, de a uno. Mirábamos desde lo alto del pequeño monte. Esos seres ya estaban allí, en la playa, caminando, buscándonos con la mirada. Se nos parecían, pero eran muy altos, con sus cuerpos cubiertos con trajes extraños, hechos de materiales desconocidos por nosotros. Nunca habíamos visto figuras iguales. Mirábamos todo ese despliegue sin hablar, sin poder creerlo.

Sus naves eran gigantescas, altísimas y largas. No entendíamos cómo se mantenían sobre el agua, tan grandes y pesadas como parecían, construidas de algún recurso misterioso que, evidentemente, no era madera de lenga[1], como la que nosotros usábamos para hacer nuestras canoas. Era un material duro, de colores como los de la pizarra[2] que formaba el suelo de nuestra isla y las montañas más altas.

Hablaban entre ellos, pero no les comprendíamos. Al pisar tierra se sacaron de sus cabezas algo, duro, brillante como el sol. Vimos así sus cabellos del color de la flor de ñire[3] y una piel blanca como la nieve con labios del color de las ramas del calafate[4]. 

Nosotros, tan distintos, bajitos, con nuestro pelo negro y la piel oscura y sin cubrir, no podíamos decidir si creer que eran dioses que bajaban a la isla  o monstruos que los dioses nos enviaron para castigarnos.

¡Qué lástima! Decidimos creer que eran dioses…

                                                                                              H.G.Hidrargyrus (Pseudónimo)



[1] Lenga: árbol típico de los bosques subantárticos de la patagonia argentina, de madera de color blanco-amarillenta levemente rosada, semidura y resistente, apta para muebles, pisos, construcciones navales, etc.

[2] Pizarra: roca metamórfica dura y compacta, de color negro-azulado, algunas con tonos verdes o rojos.

[3] Flor de ñire o farolitos chinos: plantas parásitas de la Patagonia y de Ushuaia (Argentina), de color amarillo.

[4] Calafate: planta arbustiva espinosa, de ramas rectas, rojo oscuro que se tornan grises cuando la planta adquiere mayor edad. Su fruto, dulce, es de color azul.

¿Quién soy? ¿Quién fue?

 

CAP1.

DOMINGO. AÍDA.

-Bueno, me voy a dormir Aída. Vos te quedás?

-Si, Manuel. Termino el café y este capítulo, y voy.

-Entonces hasta mañana, porque "tu capítulo" terminan siendo tres o cuatro. Que descanses.

-Hasta mañana.

-Ah, mañana cuando vayas al súper, comprame café instantáneo para llevarme al trabajo.

-Ya te dije hasta el cansancio que los lunes no salgo, limpio la casa.

-Ah, si. El martes, perdón. No te olvides.

 

CAP2.

LUNES. JULIETA.

Ella se levanta como todos los lunes. Agobiada. Con el único proyecto de su vida: limpiar la casa. Limpiar la mugre de su padre desordenado, desprolijo, dictador.  "D" al cubo sería una expresión matemática oportuna.

 ¿Por qué todo lo vincula a expresiones matemáticas? -se pregunta. Posiblemente porque su padre no la dejó estudiar lo que ella adoraba. A él le molestaba que ella supiera más. Si, ella lo intuyó desde muy pequeña. Lástima que no tuvo la picardía de esconder su sapiencia. Le hubiera ido mejor. Su padre repetía hasta el cansancio que no había podido ir a la escuela porque tenía que trabajar para ayudar a su familia. También le repetía lo afortunada que ella era de no tener que trabajar.

¿Qué sabía él de su fortuna o infortunio?  Ella quería estudiar, trabajar... y tener un novio. Sí, tener un novio. Pero él no la dejó. "La cuidaba"... ¿de qué? Todas sus amigas tuvieron novios, y varios. Hoy están casadas, con hijos. ¿Y ella? ...cuidando a su padre. Un viejo avaro, que esconde su fortuna vaya a saber dónde. Con sus trajes roídos y brillosos de años de uso y transpiración. Desde que murió su mamá -y ya van a hacer treinta años- que ese hombre miserable no se compra un traje. Si para que le de unos pocos pesos para comprarse un vestido cada vez que se casaba una de sus amigas, tenía una discusión que empezaba dos meses antes. Suerte que las bodas se organizan con tiempo. No tuvo esa suerte cuando sus amigas cumplieron los quince. Con el mismo vestido fue a todas esas fiestas. Y no es que se lo gasta en apuestas o mujeres. Tampoco en comida, que va. Si la heladera está siempre vacía. Nunca se acuerda de traer lo que ella le encarga... Así que fideos es su fuente de nutrientes. Un día de estos se va a morir y ella no sabe dónde guarda el dinero, y menos aún cómo continuar con "la empresa que con tanto esfuerzo levantó para que ella, Julieta, viva sin problemas".

Y mientras todo esto pensaba Julieta, pasaba el trapo de piso por toda la casa, menos debajo de la cama de su padre.

 

CAP3.

MARTES. DELFINA.

El martes es el día de salir de compras, al supermercado. Con su prolija lista en mano y con su pelo suelto, mojado de la ducha matinal; con su maquillaje interesante -ni de puta ni de monja, pero que se note-;  con su minifalda blanca de jean (con esos colgajos deshilachados propios de una veinteañera) y sobretodo  la camisa bordó desabotonada o la musculosa negra con espalda abierta, Delfi sale a la calle con un carrito de compras súper moderno. Mira vidrieras y se mira en la vidriera. Se acepta, se gusta. Se da cuenta que los muchachos  -y los mayorcitos- la miran mucho. Eso le gusta, ¿por qué no?

-"Sos muy provocadora, vos, lo sabés, no?" le suele decir su jefe de redacción. Ella intenta explicarle que no es su intención provocar a nadie. Que le gusta disfrutar de su ropa. Pero el tipo no entiende. Cada día es más baboso. más insoportable. El otro día le pidió que se quede a terminar un trabajo con él. Suerte que su compañero captó en el aire lo que estaba pasando y se ofreció para quedarse. Pero, cuánto tiempo más podrá evitar el conflicto... Su novio le dijo que se vaya buscando otro trabajo, pero ella es diseñadora gráfica y en esa importante revista hace un lindo aporte, le gusta lo que logra y lo que gana. Lástima el jefe.

Delfi se estaba ubicando en la fila de la caja del supermercado, cuando recordó que debía comprar café instantáneo.

 

CAP4.

MIÉRCOLES. FERNANDA.

El miércoles es el mejor de los días. Ir al gim con natatorio cubierto es maravilloso. Sumergirse en el agua tibiecita, en el silencio total del fondo, sin nadie taladrando los oídos con -Dale Fer, dale, más rápido, que no hacés el tiempo! Pero qué te pasa hoy? Estás fuera de peso? Qué comiste en el finde? Así nunca vas a llegar a nada. Seguro te fuiste de joda con tus amigas. Ya te dije que vos no podés seguir la vida de ellas. Si no entrenás lo suficiente no vengas más. Me imagino que no te habrás puesto de novia con ese gil. Si es así, no cuentes conmigo para las olimpíadas. Yo no preparo perdedoras. Vos fijate qué querés hacer con tu vida. Estás desaprovechando tu oportunidad. Fijate. Que las que se casan abandonan todo...yo ya lo vi en otros casos. Vos elegís...

Y ella eligió.

 

CAP5

JUEVES. LORENA.

Los jueves se toma el día para caminar por algún parque o plaza con juegos infantiles. Ama ver a los niños jugar. Escucha sus monólogos compartidos, cada uno hablando de lo que le interesa sin escuchar al otro, y se divierte mucho. Ama a los niños. Por eso soñó con ser maestra jardinera, entre todas las elecciones posibles.

A su esposo no le disgusta que sea docente. Al contrario, lo considera un trabajo tranquilo. Sobretodo porque el personal docente es casi todo femenino. Algún profe de música o de educación física alguna vez aparece haciendo una suplencia fugaz. Pero ella siempre le miente a su marido diciendo que son gays, y listo. Con eso él no la molesta más con sus preguntas inquisidoras.

Pero desde que la vio en el parque hace tres jueves, no deja de fastidiarla con el asunto. Cómo puede imaginar él, que ella va a los juegos del parque para mirar papás separados. Qué pavada! Ella sólo quiere estar tranquila un rato y soñar con que alguno de esos hermosos pequeñitos es hijo suyo, algo de lo que él no quiere ni hablar...

 

CAP6

VIERNES.SELENA.

Los viernes Selena canta y baila. Alta y fuerte la música, que todos oigan. Todos. Los que cierran las ventanas, los que se quejan al consorcio, los que luego hacen algún comentario en el ascensor. En su mejor ropa interior y con sus labios de un rojo bien rouge, canta a Madonna e intenta sus movimientos. Se mira en el gran espejo de la sala -el que insistió tanto para colocarlo-. Se aferra al escobillón y gira y se contorsiona y siente un fuego interior que sabe bien que si su marido la viera así, le diría cosas horribles. Pero ella disfruta de esa soledad de viernes a la mañana, mientras limpia y baila y canta y barre y salta y se imagina sobre un escenario...

 

 

CAP7

SÁBADO. AÍDA.

El sábado es el día de estar juntos. Desayunar y conversar sobre las cosas que pasaron en la semana. Tener el tiempo que el trabajo en la empresa de Manuel no da.

Otro sábado sin palabras. Otro sábado sin amor. Otro sábado de reclamos. Otro sábado de reproches.

Que estás todo el día al cuete y vi que abajo de la cama no pasas un trapo desde hace años.

Que te dije que uses la tarjeta sólo para el supermercado, no para comprarte ropa de pendeja para ir los jueves a buscar padres separados.

Que cuándo vas a dejar el natatorio que es muy caro. Si hace años que no competís, para qué seguís yendo? Para que te vean en malla no más?

Que ya habíamos decidido no tener hijos. Qué te picó ahora?

Que a ver cuándo dejás de ladrar como loca que los vecinos se quejan.

 

CAP8.

DOMINGO. AÍDA.

Timbre. Son ellos. Qué puedo hacer?

-Sra Aída Lanniano de Domínguez?

-Si.

-Queda Ud arrestada por el homicidio doloso de Manuel Domínguez.

DOY FE.

 

Ahí estaba ella, parada, mirando esa pantalla gigante que se encontraba colgada de ningún lugar, arriba a su derecha. No tenía miedo. Se sentía confundida, pero de algún modo sabía lo que estaba pasando.

Había un estrado. Sí, lo recordó muchos años después. Es que realmente no se veía con claridad. Una enorme neblina lo cubría todo.

Y a su costado izquierdo, lejos, había gente. Como detrás de una cortina sutil, casi transparente, blanquecina. ¿De voile?

Podía oírla ¿o sentirla? ¿Cómo se escuchan las palabras no dichas?

Por la pantalla pasaban algunas imágenes que había olvidado. Pero eran verdaderas, lo sabía. Sintió vergüenza al verlas.

Imposible decir que no, que ella no lo había hecho, que esa filmación era una mentira. Se veía con claridad que esa niña que sacaba unas monedas del bolsillo del saco de su papá y cruzaba la calle a comprar golosinas al kiosco, era ella.

No le parecíó tan grave mientras lo hizo, reflexionó. En cambio ahora sí, ahora era muy delicado. Y eso que los jueces del estrado no pronunciaban palabra, sólo miraban.

Es que no eran ellos quienes juzgaban. Era ella misma.

 

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Abrí los ojos como si me despertara de un sueño de golpe. Vi todo celeste, sólo celeste, de un celeste homogéneo. Me pregunté en silencio si estaría muerta, en el cielo. Me respondí inmediatamente. Si me estoy preguntando eso es que estoy viva, me dije, y me incorporé.

Estaba sentada sobre el pasto, Recordé el golpe seco en mi nuca y comprendí que su ruido me despertó. Me toqué la cabeza para ver si tenía sangre. No tenía.

Empecé a incorporarme y vi a mi tío parado, apoyando una mano en el guardabarros trasero del auto de papá. Con la otra mano se tocaba la frente. Finos hilos de sangre recorrían su cabeza por completo. Me apuré para ir a su lado y le pregunté cómo estaba. Bien, me dijo, no te preocupes. Estaba aturdido.

 

 

 

Entonces pensé en papá y en la tía. Giré la cabeza y vi a mi padre tirado sobre el pasto, al lado del auto. A pesar de las vueltas que yo sentí que daba en el aire, el auto cayó parado. Los vidrios del parabrisas estaban clavados en la cabeza de mi tío y de mi padre. La rueda delantera estaba muy cerca de su hombro derecho.

Corrí y quise levantarlo. Mi tío se apuró a decirme que no lo toque, que podía tener algún hueso roto. Le hice caso. Me acerqué despacio y lo llamé.

Comenzó a reaccionar, lo ayudé a sentarse y pregunté por mi tía. Mi tío señaló con la cabeza y yo miré en esa dirección. Estaba desmayada sobre la ruta, bañada en sangre, pálida.

Le dije a mi tío que debía "hacer dedo"  al primer automóvil que pase, a lo que él me respondió que habíamos tomado una ruta equivocada por la que nunca pasa nadie.

Me paré al lado de mi tía e inmediatamente escuché el motor de algún vehículo. Volteé para mirar y comencé a hacer señas para que detenga su marcha. A los pocos minutos una camioneta y un auto pequeño hicieron su aparición.

Viejo de m...

 

La música es maravillosa. Cura el alma, hace soñar o simplemente, da alegría. No cualquiera puede tocar un instrumento. Lleva horas de esfuerzo tocarlo bien y a pesar de la práctica, no todos lo logran. Los músicos son ángeles de carne y hueso. Sólo eso es un GRAN TRABAJO. Agradezco que existan.

 

Lo conozco de chico. De familia muy pobre y complicada. El padre se fue enseguida, la madre se perdió en la tristeza del alcohol y la abuela se hizo cargo ...hasta que pudo. Luego él, el mayor de los cuatro, crió a sus hermanos.  Como pudo, pidiendo, haciendo changas, cortando el pasto, vendiendo limones o paltas sacadas de los árboles del fondo. "Lo que salga" decía. Hasta que consiguió un puesto de basurero en el Municipio. Eso fue "tocar el cielo con las manos" decía. Nos dice todavía hoy, agradecido de ese mísero sueldo fijo "que me permite vivir dignamente". Pero nunca, nunca, nunca, faltó un jueves a las clases de saxo de mi marido, desde ese primer día en que entró a casa para escuchar y ver.

De muy chiquito, cuando su mamá se ponía "rara", él se escapaba y se sentaba en la vereda debajo de nuestra ventana del comedor, donde Héctor daba sus clases. No lo sabíamos, pero un día una alumna me contó al entrar, que había un niño sentado en el piso. Me asomé y lo vi. Tan pequeño -cinco o seis años-, tan delgado, tan triste. Me miró y se levantó como para salir corriendo. Yo le dije si quería entrar para escuchar y ver cómo tocaban los jóvenes alumnos. Y por primera vez descubrí su sonrisa. Esa que nunca perdió. Amplia, de dientes grandes, parejos impecables -con alguna ventanita en el frente-. Entró y no cerró su boca ni sus ojos desorbitados hasta que la clase terminó y los alumnos se fueron. Y él ahí, sentado como congelado. Lo saqué de su asombro ofreciéndole una chocolatada con vainillas que devoró en un segundo.  Nos contó que se llamaba Miguel y que tenía tres hermanos más, que vivían en la casa de su abuela Nora con su mamá Lys. Mientras hablaba no quitaba la mirada del saxo y Héctor le preguntó si quería probar de sacarle un sonido. Ya estaba parado al lado del instrumento antes de poder explicarle cómo se lo sostiene. Y nunca más dejó de tocarlo. Aprendía pronto pero no podía practicar, por lo que avanzaba despacio. Para una Navidad decidimos comprarle un saxo y su alegría nos colmó el corazón de amor. Podíamos ver sus avances y su entusiasmo, que no decayeron a pesar de la fuga de su madre con un amigo desconocido. El amor y la dedicación de la abuela  sostenía ese hogar lleno de ausencias de progenitores y de elementales bienes materiales. Miguel no faltaba a la escuela además de ayudar a sus hermanos con las tareas. Y practicaba saxo. Se podría decir que esos seis años fueron una etapa tranquila en su vida. Pero a los doce la abuela los dejó, su cuerpo gastado dijo basta a sabiendas de lo que renunciaba. Y ahí comenzó su verdadero sacrificio, su esfuerzo que nadie conoce, su perseverancia absoluta casi como una obsesión por sacar de la tristeza a sus hermanos y a él mismo.

 

Qué viejo de mierda, pensé al escucharlo. Pero no lo dije con la garganta, necesité decirlo con las manos, escribiendo. Qué rápido juzgás, pensé. Sin saber nada. Sólo sacás veloces conclusiones -¿basadas en tu propia vida vacía de amor y comprensión?, probablemente llena de modelos obsoletos repetidos sin pensar-.

-"Qué bárbaro ¿eh? ¡Cómo se puede vivir sin trabajar!" dijiste. Y te pusiste a contarle sus costillas: "Con que le dejen un peso cada personas que pasa por aquí".... Suerte que el joven que te acompañaba -¿tu hijo tal vez?- te respondió "bueno, no todos le dejan plata en la gorra...nosotros no le dejamos". "Yo ni en pedo" -dijiste- "¡que vaya a laburar!".

 

                                                                                                                                        Dic. 2-2019-

miércoles, 17 de febrero de 2021

Seguimos perdiendo el tiempo?

 Pasó el 2020 entre cuatro paredes, que no fueron las de la escuela. Todos esperando que se termine el confinamiento -algunos creyendo que el virus no existía, otros pasándolo con un poco de fiebre-. Pero, realmente sirvió para reflexionar? Yo creo que no, en su mayoría, por lo que veo y oigo a casi un año del comienzo de nuestra cuarentena en Argentina.

Hoy, febrero de 2021, muchos de los padres y docentes y un sector de la política opositora, insiste en abrir las escuelas. Y volver a lo mismo? A niños tristes y aburridos mirando la nuca del compañero que se sienta delante? Escuchando a un docente en su rol de sabelotodo? Un modelo pedagógico que comenzó en el s XVII... sino antes...

Como es posible que sigamos con esa misma estructura? Cada vez más burocrática, además.

Por qué, en lugar de tomar las miles de iniciativas desparramadas por el mundo entero sobre otros modelos pedagógicos, sólo nos ocupamos de llenar papeles y más papeles?

Cómo es que no vemos las caras de nuestros jóvenes alumnes? Cómo no los vemos dormir sobre el banco, o escribirlo con sus graffittis, o molestar de puro aburrido? Los que tuvimos hijos en edad escolar pudimos ver esa realidad de modo de hacernos reflexionar... o no?

O se trataba sólo de tenerlos sentados 16 años de su vida para que no molesten en casa o en las calles -objetivo claro de la Ley 1420 para esa época en particular-?

Qué aprendieron los estudiantes desde hace más de 30-40 años en su escolarización? Cuántos ciudadanos hacen cálculos mentales al dar un vuelto o sacar un porcentaje? Cuántos aprendieron realmente sobre alimentación para aplicarlo a su vida? Y quiénes aplican lo visto sobre cuidados de la salud? Quiénes leen las noticias y comprenden realmente lo que está pasando? Quiénes compran y usan artículos de modo responsable con el planeta, después de haber visto y hablado sobre contaminación desde el Jardín de Infantes?

Y quién recuerda los contenidos más específicos de las asignaturas del secundario? Para qué pasamos meses enseñando logaritmos, sistemas de ecuaciones o derivadas e integrales en Matemáticas? Qué adulto hoy puede decir la fórmula del ácido sulfúrico o si el cloruro de manganeso tiene unión iónica o covalente? Qué medida tienen los picos más altos de los Montes Urales? O, dónde quedan? Y si hablamos de Historia, recordamos la interminable lista de reyes europeos? 

Porque el punto es que nadie recuerda lo que no le interesa. Y además, -quiero reafirmar lo que creo desde hace muchos años-, que esos contenidos tan específicos deben quedar organizados para un ciclo superior de preparatoria para estudios superiores. Entonces, todos aquellos que no van a continuar con una educación terciaria o universitaria, deberían quedar con contenidos verdaderamente útiles como futuros ciudadanos, responsables y votantes, de una comunidad. Los que sí (menos del 20%) irán a especializarse en lo que les guste, y aprenderán ahí todo lo necesario.

Entonces, qué enseñar es la cuestión. Y cómo hacerlo. 

Hoy la tecnología está instalada, no podemos negarlo ni seguir mirando para otro lado. Los institutos de formación docente ya deberían tener materias que permitan a sus estudiantes editar información extraída de la web. Luego, es obvio que enseñar a estudiar de memoria contenido que se "Guglea" en dos segundos, será lo más obsoleto que estaríamos haciendo. Si bien es cierto que la memoria se ejercita, podremos hacerles buscar una poesía para que estudien de memoria. A elección, contando quién es el/la autor/a elegido/a,  qué fue de su vida y por qué eligieron esos versos en particular. Y así nos quedamos tranquilos con el tema de memorizar, una vez por trimestre, si lo creemos tan importante.

Nada de lo que está en Internet sirve para ser estudiado de memoria. Pero es una excelente fuente de datos diversos y hasta opuestos. Así que, aprender a llevarlos hacia un debate, aprender a examinar las fuentes de información, a buscar libros o "papers" de investigación es un importante camino. Hay mucho para leer, resumir y comprender. 

Luego, enseñarles a exponer el tema, con fotos, cuadros, videos, y muchas formas más, es tan importante como la búsqueda misma -por no decir que es lo mas importante-. Aquí se puede y se debe trabajar en equipo, en equipo docente y en equipo de alumnos según sus intereses. Todos juntos, mixtos. Y aparece el arte, indispensable en una buena educación. Pinturas, esculturas, fotografías en forma de exposiciones o teatralizadas, pueden ser formas de presentación de todo tipo de contenidos. Es cuestión de imaginación y construcción colectiva. No sólo no se olvidan estos trabajos sino que generan una convivencia y  empatía muy esperanzadora.

Y, si queremos que practiquen la escritura manual -dejando por un rato el cortoypego del teclado- podemos pedir un resumen de no más de ,,,,,¿2/3 páginas? en manuscrita y cursiva. 

Pero los temas deben estar vinculados a sus vidas, a sus intereses a su futuro -si alguno/a lo tiene pensado-. Temas que les sirvan para vivir mejor, para desarrollar inquietudes, para ser mejores personas, para ser felices. Que de eso se trata educar.

PD: Para ver lo que opinan los que han pasado por la escuela y pueden analizarla, recomiendo un blog en particular:  Inteligencia Viajera de Antonio G y su Escuela Nómada Digital.



 


miércoles, 6 de enero de 2021

LA ESCUELA VACÍA

Cuando pienso en la escuela vacía no me refiero a este año tan particular que acabamos de dejar -el 2020- y su coronavirus, que obligó al mundo entero a tomar decisiones rápidas, a veces acertadas y otras veces no -debido al desconocimiento de la situación en pandemia-.
No, me refiero a una escuela vacía de contenidos importantes para las personas que se están formando, contenidos con significado ("Contenidos significativos" nos enseñaron los pedagogos en los años `90).
Y en eso, tenían razón. 
La escuela dejó de tener sentido, importancia, cuando lo que se enseñaba carecía (y carece) de significado. Pero esto no ocurrió siempre.
Cuando la escuela pública comenzó (Ley 1420 -1884-), tenía un objetivo muy claro: enseñar a hablar y escribir en español a todos los niños hijos de inmigrantes que vagaban por las calles de Buenos Aires mientras sus padres trabajaban a destajo en este país que se estaba formando, que estaba creciendo, y que por ello había invitado a "todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino" a forjarse un futuro de paz y prosperidad.
Esa escuela que comenzó con lecto-escritura, cálculo y una Historia homogeneizada para todo el territorio, se fue perfeccionando con el tiempo hasta alcanzar un nivel tal -pasada la mitad del siglo XX- que pareció peligrosa para los militares que habían tomado la costumbre de echar del poder a los gobiernos votados popularmente.
No cabe duda que un pueblo culto no es fácil de engañar. Un pueblo que sabe a qué autor creerle, descree inmediatamente de los charlatanes pagados por el poder empresarial. Ese pueblo no caería en el error siquiera de leer  Fake News -como hay que llamarlas ahora, aunque siempre existieron-. 
Así que obligar a niños y adolescentes a concurrir a una escuela que los prepara para la nada misma, fue la mejor estrategia. Vaciar de contenidos que hagan pensar, razonar, que informen y entonces formen.
"¿Para qué me sirve esto?" era la pregunta más frecuente que los jóvenes que se atrevían a desafiar lo institucionalizado, le hacían a sus profesores allá por los 80, cuando volvimos a la Democracia después de los terribles años de la última dictadura militar. 
Y esos profesores no tenían muy clara la respuesta. Tal vez porque a ellos sí les pudo servir ese contenido cuando ingresaron a la Universidad o al Profesorado.
Pero es que las cosas ya habían cambiado: esos profesores se habían formado en una escuela pública expulsiva, y los que lograron llegar al 5to año seguramente siguieron los estudios superiores. 
Pero, ¿qué pasaba con los compañeros que iban abandonando en la carrera? ¿Quién supo de ellos? Lo común de esa época era que abandonar era cosa de burros. Así que daba vergüenza dejar la escuela y por consiguiente quien la dejaba perdía también el contacto con los que seguían adelante. La misma institución escolar, desde la primaria, generaba ese pensamiento (hasta hubo sombreros de burro para sentar a los niños en un rincón del aula cuando no sabían la lección). Entonces, la mayoría de los alumnos y alumnas que terminaban la secundaria, encaraban la educación superior. Por consiguiente, el nivel elevado de contenidos les venía de maravillas para ese tramo.
Pero, sus hijos -y en el medio otras generaciones previas- ya no tenían tan claro eso de seguir estudiando después del secundario. Parece ser que entre el 12 y el 15% de la población argentina tiene  estudios terciarios.universitarios. Tener un oficio, poner un negocio, ser vendedor dueño o empleado, también son opciones válidas. Decidir criar una familia sin salir a trabajar también es una buena opción para la pareja que así lo considere. Para todos ellos, la escuela se transformó en un martirio que no le aportó conocimientos para su vida ciudadana.
Las décadas siguieron avanzando y el vaciamiento comenzó a llegar a los terciarios y universidades. 
¿Para qué quiere un ciudadano que pondrá su propio emprendimiento, conocer logaritmos e integrales, ecuaciones redox o las fórmulas de la física newtoniana? (para poner ejemplos del área que conozco, aunque podría continuar con la geografía económica o la historia de los reyes europeos, o un idioma que nunca podrá usar si viaja al extranjero, etc.).
La escuela que mejor sostenía una educación aplicada era la Técnica, hasta que la reforma de los 90 la destruyó con saña. Ese fue realmente el final de la educación pública argentina. Se reformularon los profesorados de educación primaria para que no quede un atisbo de conceptos importantes. Se disminuyó el número de materias de contenidos específicos (se las agrupó por áreas) y se disminuyó la carga horaria. Se aumentó el número de años de carrera y de materias que no aportaban contenidos a enseñar.
Resultado: una población que no sabe hacer cuentas sin calculadora, lo cual quiere decir que se le puede cobrar de más en la caja del supermercado y que se dará cuenta -con suerte- en su casa. Gente que no conoce la historia argentina verdadera, y por eso no entiende de política, pero opina sin saber y repitiendo a los que siempre nos dominaron y sometieron.
Ciudadanos que consumen alimentos envenenados pero que no se enteran. Que votan partidos que destruirán nuestras reservas naturales, generarán residuos peligrosos o centrales eléctricas contaminantes, pero como eso no saben qué vínculo tiene con ellos, no les importa. 
Personas que no leyeron literatura argentina ni mundial clásica, pero se cree culta porque va al teatro.
Viajeros que no conocen el planisferio, sus países ni capitales -no digo la altura de las cadenas montañosas, no se confundan-, y que consideran que no tiene importancia. 
Esa es la ciudadanía que forma una educación vacía de contenidos. Y esto se acompaña de gente que, al no saber, tampoco ayuda al otro. La solidaridad también se enseña.