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domingo, 14 de noviembre de 2021

Escuela grande. Escuela chica.

 En mis más de treinta y cinco años de servicio tuve la oportunidad de pasar por escuelas antiguas, clásicas, grandes -más de mil alumnes- y también por escuelas nuevas, pequeñas. recién creadas -tanto públicas como privadas-. La experiencia me mostró dos lineas claramente diferenciadas.

En la gran escuela, los directivos conocen poco a los docentes y a los alumnos -con la excepción de un equipo directivo espectacular del que aprendí muchísimo en el Colegio Nacional de Quilmes. Único caso-. Los alumnos no se sienten escuchados, sus quejas caen en sacos rotos, los preceptores pueden contenerlos dentro de un pequeño espacio áulico, pero no se pueden prevenir problemas. Sólo se intenta solucionarlos cuando aparecen. Los profesores, que generalmente no concentran horas en dichas escuelas, no se sienten comprometidos con la institución. Pocas veces -y cada vez menos- sus clases son supervisadas, al punto tal que si un Jefe De Departamento cumple con su tarea (Por lo menos en las escuelas del viejo y excelente Proyecto XIII), los docentes se sienten perseguidos. Nadie revisa si se está cumpliendo la currícula, ya no en tiempo y forma, sino simplemente si se enseñan los temas correspondientes al año escolar. Las aulas tienen muchos alumnes y muchos de ellos con un poco de atención podrían solucionar inconvenientes de variados tipos, pero nadie se entera de sus problemas. A veces algunos preceptores comprometidos con la tarea docente, conversan y aconsejan a los chicos, e intentan un acercamiento con los docentes que así lo permiten. Pero esto queda supeditado a la buena voluntad de las partes. Aquí la mayoría son desconocidos: Los docentes porque son muchos y solo van por unos pocos cursos y los alumnos porque están en su etapa adolescente donde forman pequeños grupos de interacción que no quieren modificar. Cada uno en su cubículo hace su trabajo y no interactúa con los colegas, por lo que no es posible trabajar en equipo, hacer proyectos en lugar de planificaciones, movilizar la dinámica áulica clásica. Los contenidos no se entrelazan, y siguen siendo conceptos aislados poco significativos.

En cambio, la escuela pequeña -dos o hasta tres cursos por año estaría bien- permite un conocimiento de todos con todos. Menos preceptores que pueden trabajar en equipo. Directivos que pueden participar de proyectos, interactuar con sus profesores, planificar en grupo, generar proyectos a mediano y largo plazo con la participación de varios profesores de distintas áreas. Algo que puede ser viable si éstos tienen más concentración de horas en la misma escuela. De este modo la enseñanza es más divertida, más comprometida, más significativa.

Cuando la escuela pequeña es privada suele tener su propio edificio y en contraturno se generan talleres -optativos o no- que justifican la cuota a pagar. Pero, si la escuela es pública, dejar el edificio vacío en un turno se siente como desaprovechar la oportunidad de incluir más alumnos bajo el mismo costo edilicio. Y aquí comienzan otros problemas, grandes problemas. Compartir edificio es bien sabido que es una pésima decisión. La suciedad, las roturas, los vandalismos dentro del aula, los robos de objetos escolares, nada tiene un culpable. Nadie quiere entrar en esas discusiones. Ambos directivos se acusan mutuamente -inclusive cuando todo pertenece a la misma unidad académica-. 

Así que, tener escuelas ideales, con pocos alumnes y profesores, sería maravilloso si se ocupara el contraturno con talleres bien diversos, como los que puede plantear un municipio en sus talleres barriales, pero con sus propios estudiantes. 

Claro que para eso hay que tener un presupuesto educativo interesante, que costee los servicios de más trabajadores e insumos. Y más escuelas pequeñas dispersadas por cada municipio.

Por supuesto, que ninguna idea -reforma o como se la quiera llamar- se puede concretar sin la formación de los docentes. Formación que no puede ser optativa porque ya vimos que la mayoría de los docentes no van a los cursos gratuitos que ofrece el Ministerio, por considerarlos de pésima calidad -opinión que a veces puede ser acertada, pero no siempre-. 

Para trabajar en equipo debe haber una enseñanza previa, porque lo propio de la docencia es la individualidad areal y áulica, algo que costará mucho modificar.

PD: Planteo lo dicho desde el nivel secundario porque es donde tengo mi mayor experiencia, pero considero que vale también para el nivel primario. Y, por hecho, debería mostrarse el modelo a seguir en las instituciones de formación docente, que son las que están formando profesionales con poca base conceptual y ninguna empatía por el trabajo en grupo.