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domingo, 17 de mayo de 2020

Los actos escolares

Ayer me encontré con una idea dando vueltas. Imaginé un acto escolar en un secundario. Podría ser el 25 de Mayo o el 9 de Julio. Un grupo de jóvenes con pequeños detalles de vestimenta, como galeras y bastones y un chabot o moño, sentados alrededor de una gran mesa -fabricada con escritorios escolares tapados con una tela que haga las veces de mantel- sobre la cual puede haber dos candelabros y un gran libro con un tintero con pluma. Discuten sobre la libertad, la independencia y qué significaría para nuestra incipiente Nación. Usan términos pronunciados de modo antiguo. Y llegan a alguna conclusión.
Luego, se apagan las luces si esa posibilidad existe, o se pone una música que corte la escena, y los mismos jóvenes se quitan rápidamente su vestimenta y retiran los objetos de la mesa y los cambian por celulares, mochilas, etc  y dicen el mismo diálogo, con las mismas ideas en términos actuales.
La Historia es la misma, lo que cambian son los protagonistas.


Al ser profe  de Química es casi obvio que no me llevaba bien con las ciencias sociales en mi infancia, adolescencia y adultez joven. Por eso, como docente odiaba que me toque organizar un acto escolar. Solía afirmar que los actos debían quedar a cargo de los profes del área, porque yo estaba tan desamparada de conocimientos históricos que no sabía ni a qué fuente ir a buscar información. Quería que mis actos fueran diferentes, que lleguen al alma, que hagan pensar, mover alguna fibra interna en los jóvenes. No como los actos que yo tuve que soportar en mis años de estudiante -con gobiernos militares- vale la pena aclarar.
Y digo vale la pena aclarar, porque hoy comprendo que todo fue a propósito. Si la gente no entiende la Historia, nunca comprenderá el manejo político sobre los pueblos, no podrá defenderse de los dominantes y repetirá los errores del pasado, sin siquiera conocerlos.
Vaciar de contenidos, prohibir autores, hacer repetir fechas y nombres huecos de batallas incomprendidas, es la mejor manera de aburrir a los niños y alejarlos del verdadero saber.
Pero como siempre hubo docentes despiertos, comprometidos con la realidad y con el firme objetivo de enseñar de verdad (queridos colegas del Nacional de Quilmes a quienes debo cómo soy hoy, por todo lo que con ellos y de ellos aprendí), hoy puedo entender la importancia de dicha asignatura. Y es por eso que ahora pienso que los actos escolares deberían formar parte trascendental del quehacer educativo. Un objetivo primordial,  transversal y permanente.
Imagino un grupo de docentes de distintas asignaturas, pero siempre alguien de Historia o Cs. Sociales, Cs.Políticas a cargo de la revisión del conocimiento, alguien de Artes plásticas y de Música y de Teatro -materias que deberían existir en absolutamente todas las instituciones- además de los docentes de otras asignaturas. (Nunca los mismos, obviamente. Lo aclaro antes de escuchar las críticas).
Imagino un trabajo conjunto de más de un mes. Donde se fusione Lengua, Historia y Artes de modo permanente. Que pueda incluir la evaluación de l@s alumn@s participantes, aunque no sean todos del mismo curso. Imagino un trabajo hecho con seriedad.
Imagino obras de teatro, aunque no tengan vestuario ni grandes despliegues. Sólo compromiso, respeto y amor.
Imagino docentes de Lengua corrigiendo el libreto que van a estudiar los alumnos-actores y que prepararon en conjunto con la gente de Historia.
Imagino otros alumnos a cargo de vestuario y escenografía.
Imagino un hermoso acto, año tras año y para cada fecha...
Imagino una escuela distinta, basada en el arte, por elección. Con menos horas de alumnes sentados en bancos mirando pizarrones.



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